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Gabrielle Wittkop (Nantes, 1920-Frankfurt, 2002). Tanto su estilo rico y suntuoso como su temática perturbadora, macabra y amoral hacen de ella la digna heredera de Sade, Lautréamont o Poe. Lectora precoz, a los seis años ya disfrutaba de los clásicos franceses y, a los veinte, había leído toda la gran biblioteca paterna de su casa natal en Nantes. Para entonces Francia estaba ocupada por los nazis y la casualidad llevó a Gabrielle a conocer en París a Justus Wittkop, un desertor alemán y homosexual con el que se casaría al terminar la guerra, un matrimonio que la autora calificó como un «enlace intelectual». La pareja se instaló en Alemania, donde Gabrielle residió hasta su muerte, a los ochenta y dos años, cuando decidió quitarse la vida para evitar la terrible degeneración que le prometía un cáncer en fase avanzada. Mujer asombrosa y libre, viajera empedernida, misántropa recalcitrante y atea radical que mostró siempre el más absoluto de los desprecios por la familia y los nacionalismos, es autora, entre otras, de obras tan fascinantes e inclasificables como El necrófilo (1972), La Mort de C. (1975), Les Départs exemplaires (1995), La Marchande d'enfants (2003) o Cada día es un árbol que cae (2006).
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