A mediados del s. XIX los delitos cometidos por sirvientas tuvo un auge extraordinario. No habÃ-a delito pðblico ni privado en el que no se viera implicada alguna sirvienta y la opiniÃ3n pðblica pedÃ-a castigar con rigor a las culpables. Aunque los tribunales, en ocasiones, eran màs benÃ(c)volos con las mujeres que con los hombres en los delitos de estatus, solÃ-an castigarlas con todo rigor. AhÃ- està el ejemplo de Clara Marina, Higinia Balaguer, Vicenta Sobrino]Trece historias reales de sirvientas que mataron a sus amos, cada una con un mÃ3vil diferente. Mujeres que matan cuando se creen con derecho a matar, cuando piensan que se han ganado con creces esa satisfacciÃ3n. Segðn ellas, imparten justicia. Algunas, seducidas por sus amos, tenÃ-an que prostituirse de forma encubierta dentro de la casa, para sacar un sobresueldo. Una explicaciÃ3n al comportamiento de estas peculiares asesinas podrÃ-a ser que a sus amos les parecÃ-a normal anularlas y tratarlas como esclavas. Algunas tenÃ-an prohibido incluso casarse. El salario dependÃ-a de la voluntad del amo y trabajaban como bestias de carga por nada o por cama y comida.